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divendres, 18 de febrer del 2011

Indignarse con amor

Estamos viviendo unos tiempos de cambios que leemos de diferentes maneras desde diversos contextos personales y colectivos. No nos podemos engañar. La globalidad ética no se vive igual en un sitio como en otro. Porque no existe una ética global que marque al sistema económico. Ya que el bolsillo, lleno o vacío, es la tarjeta de identidad que busca el mercado de “don dinero”, que no se basa en valores éticos ni espirituales.
Así, en el barrio de Bellavista la crisis se sufre con unas consecuencias diferentes al núcleo de Marata. El otro día me lo confirmó el párroco de allá: “No tengo un equipo de Caritas porque sólo hay dos pobres que atender en toda la población”. Este año celebraremos los treinta años de la encíclica “Laborem exercens” (Con su trabajo el hombre…) de Juan Pablo II. Los años han pasado pero la problemática conflictiva en el trabajo se ha acentuado en la vida de tantas personas que quieren trabajar para vivir. Actualmente estoy releyendo las páginas de dicho documento y me estoy encontrando con frases como éstas, salvando las diferencias históricas: Ante la realidad actual, en cuya estructura se encuentran profundamente insertos tantos conflictos, causados por el hombre, y en la que los medios técnicos – fruto del trabajo humano– juegan un papel primordial… se debe ante todo recordar un principio enseñado siempre por la Iglesia. Es el principio de la prioridad del “trabajo” frente al “capital”. Este principio se refiere directamente al proceso mismo de producción, respecto al cual el trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras el “capital”, siendo
el conjunto de los medios de producción, es sólo un instrumento o la causa instrumental.

Me da la impresión de que estamos atrapados por el dinero, que, a mi entender, ha pasado de ser un simple instrumento a ser un objetivo vital. Nuestras vidas valen por lo que tenemos o por la posibilidad de tener. Y así trabajamos para ganar dinero y poder poseer (o pagar las deudas a otros que se enriquecen a costa nuestra por su afán egoísta). Y ahora que el trabajo escasea, por culpa de “los demonios de la economía capitalista”, queda afectada la dinámica consumista. Dejando a la persona desnuda con toda su dignidad de ser humano y sus necesidades más básicas. “¿De qué vivo? ¿De qué vivo?” era el grito de desesperación de
un parado que había llamado a un programa radiofónico. En la charla del sociólogo Víctor Renes, en la pasada Jornada de Pastoral Obrera de Catalunya celebrada el 12 de febrero, pude constatar que la crisis económica no está produciendo una reacción social y generalizada ante ella. El sistema neoliberal ha conseguido al cabo de los años que las personas nos movamos sólo por pura salvación personal y para defender los propios intereses. Mientras no nos toque a nosotros permanecemos al margen por miedo y falta de conciencia. ¡Qué diferente la actuación de Jesús en la escena de la purificación del templo! (Jn 2, 13-16). Indignado por la situación de opresión hace un gesto profético fiel al proyecto amoroso de su Padre, que también nosotros estamos llamados a realizar en red solidaria con otros. Así, el consejo pastoral de nuestra iglesia lleva cierto tiempo planteándose animar la creación de una comisión de convivencia para encarar los problemas que vivimos en el barrio. Con una actitud de resistencia contra todo aquello que atenta la dignidad
de los seres humanos. Un hombre de 93 años, Stéphane Hessel (diplomático, miembro de la Resistencia Francesa y redactor de la Declaración de los Derechos Humanos), nos recuerda, en su pequeña obra “Indígnate”: “crear es resistir; resistir es crear”.
Pepe Baena

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